viernes, 1 de agosto de 2008

La Información, ¿cuestión de negocios?

(Por Diego Bogarín)

Quizás el surgimiento del periodismo se dio “en el contexto del surgimiento del mercantilismo” y respondió a la “avidez de información de la burguesía en ascenso” como remarca María Seoane en Información: ¿se puede saber lo que pasa? y hasta es probable que no siempre el área editorial de un medio funcione de manera independiente de la sección de publicidad, como asegura Adriana Amado Suárez en Prensa y comunicación. Personas y empresas frente a los medios, pero hay que reconocer también que estas miradas economicistas desconocen experiencias posibles para cambiar esa realidad que describen sin denunciar.

Las visiones funcionalistas dirían que los sistemas de comunicación reflejan las condiciones sociales y geográficas de cada país. Así, Estados Unidos impulsó el entretenimiento en los mass media financiándolos con publicidades; la Unión Soviética fomentó medios controlados en lo político y financiero por el gobierno y, el Reino Unido, privilegió la creación de un sistema también público, pero sostenido con impuestos pagados por los ciudadanos propietarios de los receptores de radio.

De los ejemplos mencionados, rescatar el británico permitiría extraer elementos útiles para cualquier análisis mediático que pretenda realizarse. Lograr mantener una organización comunicacional con aportes de los mismos ciudadanos a los que se deben prestar las herramientas de análisis e información de la realidad, puede ser la alternativa válida para combatir los desvíos axiológicos que padecen las empresas mediáticas que tienen como principal medio de sustento la publicidad gubernamental o privada, al menos mientras lo importante sea mantener el modelo de “soberanía popular” y la “libertad de expresión”.

En el capítulo Entender la Prensa del libro citado, Amado Suárez destaca que los ciudadanos asignan a los medios funciones que no le corresponden “como la resolución de conflictos y la imposición de justicia”, pero al mismo tiempo Seoane cita en su trabajo al investigador de la Universidad de Berkeley, Eric Klinenberg, que en la edición mejicana de Le Monde Diplomatique cuestionaba, ya en 1999, la cada vez mayor superficialidad de los trabajos periodísticos publicados. Klinenberg continúa teniendo tanta vigencia como nueve años atrás.

Si los medios tuviesen como objetivo transparentar las gestiones gubernamentales y las acciones de los privados que atenten contra los principios que son considerados fundamentales en una sociedad, primero necesitarán -al menos en un país como Argentina- que se comience a trabajar en la articulación de garantías jurídicas esenciales para quienes desempeñen esa tarea. El debate deberá entonces moverse en torno a si debe o no ser ésta la función de los medios.
Si se quieren empresas que manejen la información en conformidad con los que les asignan recursos, el esfuerzo deberá volcarse entonces a promover entes comerciales que empleen las noticias como mercaderías con valor agregado –retomando la postura de Seoane- y actúen conforme a esos intereses particulares.
Sin embargo, si el ideario es alcanzar una etapa superadora en la que la manifestación cultural cotidiana sea una realidad alcanzable, los medios deberán institucionalizarse a través de políticas que contemplen un rol social comprometido y con normativas que propicien la profesionalización de sus integrantes, aunque esto le signifique, a los grupos de poder, perder la capacidad de influir en la construcción de la realidad.